ENTREVISTA
A RAMÓN MARTÍNEZ
por Eduardo Nabal
Ramón Martínez es profesor, activista e investigador en materia LGTB. Este es su tercer ensayo, con el que tras «La cultura de la homofobia» y «Lo nuestro sí que es mundial», cierra su trilogía en torno a la intolerancia hacia las personas LGTB y cómo erradicarla.
- Nos acechan todavía. Cualquier persona LGTB mínimamente
concienciada lo sabe. Tu libro se abre con el surgimiento ostentoso de la
extrema derecha en España. ¿Nos acechan más que nunca o de otra forma?
Esta
semana hemos escuchado a una diputada de ultraderecha en la Comunidad de Madrid
calificar el feminismo como un «cáncer» y decir que «no hay que proteger a los
niños LGTB, si es que tal cosa existe». Me temo que el peligro que nos acecha
ha estado ahí en todo momento, pero que durante unos años ha sabido camuflarse
lo suficiente como para que creyéramos que estaba erradicado. Ahora nos
encontramos con dos problemas: por un lado, vuelve a aparecer sin remilgos una
forma descarnada de intolerancia que nos lleva a pensar en tiempos de
Peligrosidad Social y, al mismo tiempo, el odio ha aprendido a disfrazarse con
una sonrisa que quiere hacernos creer que nos defiende mientras trata de
cercenar todo lo que hemos conquistado. Nos acechan como siempre, ahora sin
disimulo, pero también han aprendido a acecharnos de tal manera que parece que
nos están ayudando. Y esta es una trampa muy peligrosa en la que mucha gente
sigue cayendo...
- El matrimonio LGTB como
conquista tiene algo de bendición y todos los países lo quieren en aras de
respetabilidad. Pero tú señalas como aquí ha tenido un efecto desmovilizador
como si “ya lo han o hemos conseguido todo”. Y no sólo te refieres a la
violencia sino a un sistema estructural que ¿Podemos llamar heteropatriarcado?
¿Dónde situarías la violencia simbólica?
En
el libro argumento que, aunque nos pese, la victoria que supuso el Matrimonio
Igualitario ha sido uno de los motivos de la desmovilización. Era una reforma
absolutamente necesaria, sin duda, pero nuestro movimiento reivindicativo
debería haber previsto cuáles podrían ser las consecuencias, ese "ya lo
tenemos todo", para no dejar ni un día de descanso al sistema regulador de
la sexualidad y seguir reivindicando con una agenda potente. Esa estructura,
que sin duda podemos llamar heteropatriarcado (y el prefijo es necesario porque
en ocasiones uno piensa que también existe un naciente
"homopatriarcado" sustentado en la asimilación mediante el matrimonio),
esa estructura es el origen último de todo el mal que nos acecha, tanto en lo
simbólico como en lo práctico. La ética de nuestro movimiento ha de centrarse
en combatir esa estructura en tanto que es un sistema, y necesita de unas
acciones muy precisas que vayan más allá de la emancipación individual. Debemos
liberarnos para poder forjarnos autónomamente como individuos particulares,
pero esa liberación solo podremos obtenerla de manera colectiva, y creo que
nuestro movimiento actualmente falla bastante en su manera de articular las
propuestas necesarias para hacerlo.
- En un momento hablas de las
alianzas con el feminismo, pero nos hablas de un feminismo no digo para nada
conservador pero sí clásico. ¿No crees que el transfeminismo, con su ruptura
del sujeto clásico mujer, es más inclusivo, en particular para las personas
trans que siguen en plena batalla por su reconocimiento más allá de las
barreras?
Para
este libro he cogido prestadas varias ideas de ese feminismo clásico porque
precisamente me resultaba muy útil su capacidad para la abstracción hacia lo
universal, que necesitaba para universalizar también nuestra propia política
reivindicativa. Aunque han pasado ya muchos años desde El segundo sexo de Beauvoir y La
política de las mujeres de Valcárcel, creo que siguen siendo buenas guías
de pensamiento para lo que nos ocupa: siempre digo que el feminismo es la mejor
escuela de pensamiento que conozco. El problema, claro está, lo encontramos al
llegar a la concreción del sujeto, y he dedicado en Nos acechan todavía todo un capítulo para reflexionar sobre el
tema. Precisamente de los postulados del transfeminismo y su cuestionamiento
del sujeto político clásico del feminismo podemos obtener un cuestionamiento
del sujeto político establecido dentro de las «políticas LGTB» y plantear que
no solo la categorización clásica de acuerdo a unas siglas puede
"sujetar" una reivindicación, sino que hay otros muchos actantes que
interactúan dentro de un movimiento y acaban beneficiándose de sus propuestas.
Los escritos de Miquel Missé me han servido precisamente para cuestionar
quiénes somos, como movimiento social, y descubrir que, más allá de las
categorías cerradas, ni el feminismo es un movimiento cuyos logros solo
benefician a las mujeres no trans ni el llamado movimiento LGTB puede
particularizarse de forma identitaria.
- Hablas de la docencia y la
infancia LGTB, tus campos de estudio, pero como bien señalas los y las niñas
escapan a este “totum revolutum” de siglas que niega singularidades ¿Que nos
puedes contar sobre todo esto, sobre las infancias diversas, el sistema
educativo y sobre las sopas de letras?
No
cabe duda de que el ámbito educativo está siendo ya el más cruento campo de
batalla para nuestra reivindicación. El Matrimonio Igualitario, que resultó tan
difícil de conquistar, nos parece cada vez más sencillo comparado con el
enfrentamiento que empezamos a mantener. Y es precisamente la tarea docente
donde más he aprendido sobre qué resulta productivo y qué no para seguir
avanzando. Mi paso por las aulas ha cambiado sustancialmente mi visión de
nuestra forma de reivindicar. Pensando antes de sentarme a redactar me di
cuenta de que la práctica totalidad de nuestras propuestas se articula a partir
de una categorización identitaria que no deja de depender de una estructura
patriarcal que nos divide de acuerdo a sus intereses. Llamamos 'gay' a lo que
antes era 'mariquita', pero el referente exterior sigue siendo el mismo y parte
de los prejuicios que acarrea se mantienen en el significado, por mucho que
modifiquemos el significante. Hoy existen tantas etiquetas como uno desee, pero
nuestro trabajo debe ir más allá de esa estructura y cuestionarla de raíz,
porque de su aceptación más o menos conforme heredamos muchos obstáculos que a
veces somos incapaces de percibir. Nuestra juventud ha crecido en un contexto
algo diferente al que padecimos quienes nacimos en la Transición y sus
inacabables postrimerías. Una nueva forma de comprender la sexualidad, mucho
más libre y menos categorizada, se incorporará muy pronto a la vida adulta y
para toda esa generación de futuros activistas nuestras herramientas
conceptuales están absolutamente desfasadas. Hay que saber dejar paso y empezar
a prepararse para el relevo. Nos acechan
todavía quizá sea más un testamento de reflexiones activistas para uso de
jóvenes que un manual de aplicación inmediata. Tengo la convicción de que
nuestro verdadero futuro, los próximos líderes y lideresas de nuestro
movimiento, acaba de matricularse en el Bachillerato. Nuestra salvación y
nuestra victoria final estará en sus manos, y nuestro papel fundamental es
arrimar el hombro a sus ideas, no obligarles a acatar las nuestras como se
viene haciendo.
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